AVENTURAS EN CUBA DE 1943 A 1950
Mi vida en Cuba fueron momentos fenomenales en todo sentido y me pasė
todo momento posible en el Habana Biltmore Yacht y Country Club adonde
nacio mi amor por el mar. Se convirtió en mi segunda casa adonde en
momentos cuando remabamos durante el dia terminaba dormiendo sobre una
tablilla. Montones de amigos nos reuniamos en su playa arenosa, nadando
por largas horas en sus bellas aguas. Aqui incluyo unas fotos de esos
dias.
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PALLAS
Mi primer velero, Pallas, era un velero de clase Snorky, de fondo plano,
rectangular, 3 metros de largo y un metro y medio de ancho.
Nuestro Club Náutico en La Habana, el Biltmore, tenía una flotilla de
más de una docena de estos veleros y patrocinaba regatas todos los domingos
durante la temporada sin huracanes.
Mi padre compró este en 1943 y enseguida comencé a aprender a
velerear más bregar con calafateo, masilla y pintura antihongo. Mis amigos
eran dueños de otra docena de estos Snorky y juntos llevabamos a nuestras
amigas a navegadas cortas, participando en peleas acuáticas adonde
lanzabamos cubos de agua uno al otros, o simplemente navegar hacia el
horizonte y de regreso.
Las grandes tormentas que azotaban a Canadá y arrojaban nieve, aguanieve y
lluvia desde las grandes llanuras hasta la costa este, eventualmente
cruzaban la Corriente del Golfo para azotar La Habana con fuertes vientos y
olas gigantes. Las masas de agua aumentaron el impulso a medida que los
vientos de 25 nudos los impulsaron a olas de 10 metros del tramo de agua de
169 kilometros que separa Cayo Hueso de Cuba para romper contra Punta Brava,
un pequeño afloramiento a una cuadra de mi escuela secundaria. En la pausa
para el almuerzo, unos varones ibamos a ver quien podía tocar el rompeolas
sin que las olas lo empapen. En la mayoría de los casos, con olas de 20
metros en el aire, yo volvia a clase empapado.
Fue durante el final de la cola de uno de estos norteños, como se les
llamaba, que tres de nosotros navegamos nuestro Snorky fuera de nuestro
anclaje protegido por los arrecifes y hacia el océano. Las olas del océano
forman un patrón. Después de 4 o 5 olas extra grandes, pasan aproximadamente
dos minutos cuando las olas eran relativamente pequeñas. Era este período de
calma que usabamos para escapar al océano. Afuera, la navegación era
excelente, el agua azul profundo, la brisa perfecta de 15 nudos. Nos
perseguimos con un balde en la mano con la intención de remojar el próximo
bote. Gran momentos fueron gozado por todos.
Había navegado bastantes millas y cuando regresé, descubrí que los otros dos
barcos cuales me acompañaron al salir ya habian entrado a través del
arrecife.
Navegué de ida y vuelta a las afueras de las aguas poco profundas,
esperando que pasaran esas 4 a 5 olas grandes, luego disparé. El problema
era que el viento había muerto y estaba a mitad de camino a través del
arrecife cuando miré para ver un
serie de enormes olas que comienzaban a pegarme.
El primero nos empujó
hacia la orilla.
El segundo nos vino encima.
El bote dio un salto mortal.
Surfeamos 20 metros y
luego nos golpearon dos olas más.
Nuestros amigos en los otros dos barcos vinieron al rescate.
Nuestro Snorky flotó hacia arriba, sumergido, el mástil en
aproximadamente 6 pedazos.
Con los dos cubos volvimos a flotar a Pallas y fuimos remolcados al
muelle.
Mi papá no era una persona feliz, pero se vino abajo y me consiguió
un nuevo mástil. Al llegar 1945 mi hermano Kenny se quedó con Pallas y papa
me compro un Snipe con el nombre BLUEBIRD.
BLUEBIRD
1945-1951 HABANA
Bluebird, # 5181 de la clase Snipe, nunca ganó una regata contra la
competencia de clase mundial que enfrentamos en La Habana a mediados y
finales de los años cuarenta. El Snipe, diseñado por Crosby y de 5 metros de
largo, era el velero más popular de regatas en Cuba, incluso más que la
clase Estrella, cuales también tenían una flota muy activa. Intenté y lo
intenté, estuve cerca, pero nunca vi plata en nada más que en nuestros
eventos locales de regatas de clubes. Perder nunca nos detuvo. Participamos
en todos los eventos y la mayoría eran en clubes náuticos a 20 kilometros de
distancia, lo que significaba que mi tripulación y yo tuvimos que zarpar al
menos tres horas antes de la hora de arranque.
Un fin de semana de septiembre de 1947 se programaron regatas para el sábado
y el domingo en el Miramar Yacht Club, a unas 20 kilometros de donde
guardaba Bluebird. Al amanecer, Bob Harras y yo estábamos en camino remando
sin viento. Empezamos la regata, pero solo gracias a mucho sudor. Los
grandes veleristas lideraron la flota. En las festividades posteriores a la
regata, la misma pandilla de gente mayores se hizo cargo de la fiesta. Nos
fuimos a casa, y Bluebird se quedó amarrado a la cuenca del club de Yates
Miramar.
El domingo fue más de lo mismo, excepto que cuando terminamos, la señal de
huracán II estaba activa y los vientos se mantenían hasta 25 nudos. Las
densas nubes negras que se dispararon por encima confirmaron que había más
viento por venir. El Club sugirió, y aceptamos, dejar a nuestro bote fuera
del agua hasta que pasara la tormenta. Esa noche, los vientos huracanados
azotaron a La Habana. Cuando regresamos a buscar a Bluebird, encontramos el
Club y el patio en ruinas con botes y escombros esparcidos por todas partes.
Aunque Bluebird permaneció sin daño, no pude volver a navegarlo hasta que
despejasen el patio al pasar un par de semanas.
Nos entusiasmamos cuando los campeonatos nacionales cubanos de la clase
Snipe de 1948 se programaron para mediados de agosto en el Matanzas Tennis
Club ubicado en la costa sur del puerto de Matanzas, ubicado a unas 160 kms
al este de La Habana. Nuestro barco fue remolcado junto con otros seis
Snipes a Matanzas varios días antes de la regatta por lo que todo lo que mi
tripulación, Bob Harras y yo teniamos que hacer era
subir a bordo y cruzar la bahía.
La guagua de la Habana nos dejó en el centro de Matanzas el viernes al
mediodía y no nos tomó tiempo encontrar a Bluebird debajo del puente del
tranvía. Atado frente a una "bodega" que sirvía como una tienda de
comestibles y una cantina. Entre los dos teníamos $10.00, una cantidad
extraordinaria en ese momento. Nuestra primera inversión fue una botella de
ron Yucayo de 65 centavos y dos coca colas. Luego recogimos una jarra de
agua de cinco galones, una lata de galletas de soda y una barra grande de
pasta de guayaba. Esto todavía nos dejó con $ 7. Cayó la noche, el ron y la
coca cola surtieron efecto e hicimos lo que todos los marineros hacen cuando
llegan a un puerto. Eso hizo que nuestro capital bajara otros $ 2.
No hicimos bien en las regatas de los sábados y domingos. Las festividades
de todo lo que puedas comer y beber siguieron, pero eran eventos de adultos.
A las 6 p.m. el domingo, la fiesta era demasiado para dos adolescentes, así
que levantamos el ancla en una calma casi absoluta y decidimos dirigirnos a
la playa de Varadero, a unos 24 kilómetros de distancia, para visitar a
amigos. Tomó toda la noche salir del puerto y arrastrarnos por la costa. Al
llegar a las 4 de la mañana a las playas de arena blanca de Varadero y
cansados, arrojamos el ancla y nos dormimos.
"Fui a dormir" en un Snipe, con una cabina pequeña, significaba extender una
vela en la cubierta y estirarnos en lados opuestos. Agotados, nos desmayamos
solo para despertar cuando el sol de arriba amenazaba con hornearnos.
Docenas de personas se deslizaban alrededor del bote. Una mirada hacia la
costa demostró que habíamos anclado a 20 metros del club de cabañas más
elegante de Varadero, el Kawama. Después de nadar y dar un paseo por la
playa, subimos las velas y nos dirigimos a la casa de nuestros amigos. Pero
primero navegamos por el Varadero Yacht Club y tomamos fotos con el Club en
el fondo ... solo para demostrar a los incrédulos que realmente habíamos
estado allí.
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Era alrededor de la 1 de la tarde. cuando le tocamos la puerta trasera de la
residencia Cora. Apareció la Señora Cora, quien nos abrazó como dos hijos
perdidos y nos hizo la pregunta clave: "¿Tienen hambre?" Bueno, habíamos
comido nuestra última comida hace casi 24 horas y la docena de galletas que
comimos no tenían efecto. Ella leyó nuestro "uh-uh" correctamente y pronto
sacó dos enormes platos de arroz, frijoles y carne picada. La Sra. Cora sin
duda nos vio establecer un nuevo récord mundial porque se apresuró a entrar
y rellenó ambos platos. Esto ahora requería una siesta en hamacas que nos
mantuvo como muertos durante un par de horas.
Una vez despierto, nos despedimos y navegamos hacia el atardecer. Varadero
es una península que se adentra en el Océano Atlántico en dirección noreste.
Hacia el oeste, la tierra cae hacia el sur unas 40 kilómetros hacia la
entrada de la bahía de Matanzas y luego comienza a abultarse hacia el
noroeste a medida que la costa se abre paso hacia el oeste. Decidimos
navegar una línea directa hacia un punto a unos 50 kilómetros al oeste de
Matanzas, cual además de ser una distancia más corta, nos mantendría
alejados de las olas que rebotan de los altos acantilados que bordean la
costa al oeste de la entrada del puerto.
El viento era fresco, a 30kms del este, las olas de un metro y pico. Até
nuestra pequeña linterna de querosena a una cala detrás del timón para que
no oscureciera nuestra visión nocturna. Lo que hizo fue iluminar las olas de
un metro a metro y medio cuales constantemente sobrepasaban el bote y
parecieran de 3 metros de altura. Hice todo lo posible no mirar hacia la
popa.
Todo iba muy bien. Bob se sentó a babor y yo me alejé de estribor. Pasamos
el puerto de Matanzas y estábamos en el medio del área del alto acantilado
cuando escuché un golpe y noté que el cable cual aguantaba el mastil del
lado de barlovento se había separado. Rápidamente trasluchė, hice que Bob
bajase todas las velas y examiné la situación. Gracias a Dios que estábamos
lejos de la tierra, así que tuvimos tiempo. Mientras tanto, el mástil se
movia en círculos. El cable se había roto y no teníamos forma de arreglarlo.
Conseguí que Bob hiciera un nudo en el alambre, luego que atara firmemente
una de nuestras cuerdas del alambre a la placa de cadena. Tomó un par de
intentos hasta que estabilizamos el mástil para entonces subir el foque y
comenzar a movernos de nuevo.
Bluebird se deslizó fácilmente por las olas con su tripulación sacudida. A
medida que pasó la medianoche, me dirigí hacia la orilla con la esperanza de
poder colarnos en un pequeño puerto para descansar y esperar la luz del día.
Allí, más adelante, vimos una luz que se prendia y se apagaba. Desatamos la
linterna de queroseno y comenzamos a hacer señales con destellos aleatorios.
La luz de la proa nos devolvió la señal. Cerramos a varios cientos de
metros, pero todo lo que pudimos ver en tierra fue la luz que parpadeaba.
Bob continuó señalando hasta el momento en que descubrimos que estábamos
atrapados en medio de una serie de olas rompientes que nos arrastraban a la
orilla. Bob subió rápidamente el tablero central mientras yo retiraba y
guardaba el timón.
Tres hombres saltaron al agua y guiaron a Bluebird alrededor de la playa
al agua tranquila de la pequeña
laguna en Jaruco. Decir que fuimos sacudidos es decirlo a la ligera.
Habíamos tenido una gran noche. Ambos temblamos visiblemente. Resultó que la
gente en la costa usaba su linterna para buscar una tortuga marina que había
tratado de escalar en esa orilla más temprano esa noche. La familia nos
llevó a su casa, una choza de paja con pisos de tierra pero con mucha
hospitalidad. El hombre principal sacó una botella de brandy Fundador y nos
ofreció a cada uno un buen trago.
Les contamos nuestra historia de vida y nos contaron la suya. Cuando llegó
el momento de dormir, nos ofrecieron su hogar, que rechazamos con gracias ya
que no había espacio ni siquiera para los miembros de la familia. De vuelta
a bordo, Bob y yo asumimos nuestra posición en cubierta, agachamos la cabeza
justo cuando los mosquitos nos encontraron. No perdimos tiempo cubriéndonos
con la velas, pero los mosquitos aún entraron. Nos golpearon en todas
direcciones. ¡Ni siquiera tuvimos paz!
Pasaron un par de horas.
Ninguno de nosotros dormimos.
Bob era un tipo feliz cuando dije: "Salgamos de aquí". Subimos el
ancla, nos despedimos de uno de los familiares que pescaba en un acantilado
y nos dirigimos al oeste.
La mañana nos encontró en la playa de Tarara y anclamos en frente
del, hogar de amigos de la escuela secundaria, donde nos detuvimos para
nadar y comer algo.
Poco después del mediodía, deslizamos el bote hasta la playa de
Cojimar, un pequeño pueblo de pescadores que se hizo famoso por Hemingway, y
nos acercamos a uno de los vendedores en la playa especializados en mojitos.
Por diez centavos cada uno llenamos 2 botellas con jugos locales que
mantuvieron el ánimo en todo el resto de nuestro viaje de alta mar hasta
llegar al Bilmo.
Y asi terminó mi vida maritima en Cuba. En Septiembre de 1947 comenzė mis
estudios de 4 años en la Univeridad de Purdue en Indiana graduandome, y
casandome durante el mismo fin de semana de junio, 1951. Dos años en el
ejercito y despues 4 años de nuevo en Cuba vendiendo equipo elėctrico para
General Electric no dio tiempo para velerear. Viví todas las fases de la
revolución y el 8 de agosto cuando mi compañia fue intrervenida, sali
corriendo. General Electric me envió a las Filipinas cual en poco tiempo
encontre el mar y una nueva vida de velerista.
William Butler Salazar, 2020








